lunes, 11 de agosto de 2008

Una ventana al inconsciente.

Tengo a veces sobre mi cabeza una ventana al inconsciente de alguien más, y cada vez que la recuerdo, me incorporo y me asomo a ella, y paso horas preguntándome si el mío se parecerá en algo a ese desierto de arenas grises y amarillas bajo un cielo cuyo azul se va volviendo más pesado y más eléctrico a cada centímetro que se eleva sobre el suelo.
Y sobre un pequeño hombrecillo de plástico, que se desgarra en un abrazo solitario contra el mármol frío de la ausencia del objeto de su afecto, toma forma un rostro inmenso de una piel suave y arrugada, sin boca, sin ojos, sin cabellos; sólo un cráneo deforme y alargado envuelto en piel. Muerto, como dormido, y sus largas pestañas cosquillean a los insectos que se alimentan de su muerte.
Ya llegando al cuello, la cabeza deriva todo su peso a un pedestal gris metálico, que expulsa unas raíces azules que se clavan profundamente en la arena y mantienen al cráneo fijo en su posición, e inerte frente a todo el caos rabioso que lo rodea, al punto que es ese rostro lo único en todo el paisaje que se mantiene estático y armoniza la explosión de movimiento, viento seco, piedras, sangre, arena y hombres ciegos y pequeños caminando en círculos por el desierto.

Del otro lado de la cabeza, la nuca se derrite en un lago de piel líquida del cual emerge, del pecho para arriba, la figura de una mujer terrible y hermosa. Terriblemente hermosa, porta un lirio blanco entre los senos, los ojos apaciblemente cerrados, y unas venas azules por las cuales circula un pútrido y salado veneno decoran su rostro. Sus cabellos se enredan en el viento salvaje de arena y aire, y su nariz acaricia suavemente el sexo metálico de un hombre cuyas piernas, viriles y manchadas de sangre, emergen también del lago de piel pastosa y sirven de apoyo al hombro de la mujer hermosa, que se recuesta sobre ellas y respira sexo, y el hombre se consume en deseo.


Los minutos estallan, el tiempo se licua, el viento desintegra el aire. Los hombrecillos grises se pasean, ciegos, erráticos, se chocan, se odian, se besan. Dios. Puro y sagrado arbitrio. Las piedras se hunden en la arena y la Muerte se eleva por sobre todos los insectos. El cielo de azul pasó a negro, y ahora la arena es roja, y sus granos son aún más pesados y cortantes. El aire pesa, duele.
La mujer corre sus párpados y descubre dos globos de carne seca, chamuscada, y su boca se abre dando lugar a una lengua muy fina y una fila de dientes filosos y alargados que se clavan en una mordida carnívora, y arrancan los metálicos genitales en una euforia asesina, para hundirse luego en la piel acuosa para siempre.
El sexo mutilado se condensa y estalla en una catarata de sangre potente que se cuela por la nuca y revitaliza el cráneo; y la fuerza de su chorro empuja el lirio desnudo, que desciende despacio por el aire hasta cubrir y cobijar al hombrecillo ciego, solitario, desgarrado, angustiado y plástico, que ni por un solo instante dejó de abrazar el mármol.















En el último segmento de la línea del horizonte, un anciano contempla la escena, petrificado, de la mano de un niño.

miércoles, 25 de junio de 2008

Necrofilia (Metáforas III)

Hay un cadáver debajo de mi cama
que aparece durante las noches
en el sordo silencio del cuarto
y tiñe el aire oscuro y estéril
de densos vapores
pútridos.


Hay un cadáver debajo de mi cama
que se revuelca entre el polvo y
las costras que se desprenden
de su piel reseca y muerta
y llora tristes lágrimas
de sal pura.


Hay un cadáver debajo de mi cama
hace ya un tiempo abrió sus venas
con sus dientes, y ahora espera
acurrucado en la penumbra
del olvido, ahogando un
grito en sangre
seca.


Hay un cadáver debajo de mi cama
que se fuma todos mis cigarrillos
con su aliento de diezmil años
de muerto, con sus labios
agrietados y su lengua
de desierto.


Hay un cadáver debajo de mi cama
despierta al apagarse las luces, y
quiebra el silencio del cuarto:
me pregunta en un susurro
si podría hacerle el favor
de matarme
por él.






Hay un cadáver debajo de mi cama
que se sienta en silencio a mi lado
durante el momento más oscuro
de la noche y extiende su mano
seca muerta, agusanada mano
y, mientras yo estoy dormido
el cubre con suaves caricias
mis cabellos, mis mejillas






y mi cuerpo.
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miércoles, 18 de junio de 2008

Yendo hacia adentro.

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You don't throw your life away going inside. You get to know who's watching you, and who besides you resides. In your body, where you're slow, where you go doesn't matter cause there will come a time when time goes out the window. And you'll learn to drive out of focus.

I'm you.

And if anything unfolds It's supposed to. You don't throw your time away sitting still. Im in a chain of memories, It's my will. And I had to consult some figures of my past. And I know someone after me will go right back. I'm not telling a view. I've got this night to unglue. I moved this fight away, by doing things there's no reason to do.

sábado, 7 de junio de 2008

Repetidas tristes veces pienso qué sería de mi alma si no estuvieras tu a mi lado, tu para darme sonrisas tu para leer mis ojos tu para decir "te amo", tu para cubrirme en besos tu para torcer el tiempo tu para sentir tu cuerpo tu para romper mis miedos tu para cortar la angustia del eterno pensamiento, tu para enseñarme un mundo tan hermoso como el cielo un cielo puro de verano en una noche de una luna y un derroche de minúsculas estrellas que dibujan todas bellas un acogedor refugio para dos enamorados que se besan refugiados y lo único que logran a través de cada instante es volver a enamorarse; luego esbozo una sonrisa y aparezco despertándome a tu lado, a tu lado despertando, a tu lado descubriendo que a tu lado la vigilia es mi sueño más soñado.

sábado, 17 de mayo de 2008

Manifiesto anti-escritores.

No ha de ser el orgullo consigo mismo lo que lleva a un autor a convertirse en tal, sino más bien, la vergüenza. Es sin duda la escritura el arte de aquellos que desean ser gente distinguida, pero a quienes nunca les ha ocurrido ningún hecho interesante en su vida, y por ende, deben recurrir a inventar estos hechos, y envolverlos en una ficción cuidadosamente elaborada, para que los futuros lectores pasen luego horas de su tiempo cavilando en si lo que acaban de leer le ha ocurrido verdaderamente al creador del texto o ha sido producto de una particularmente bien dotada imaginación. Claro que para hacer esto, los escritores al principio deben navegar a la deriva en los inabarcables mares del anonimato, y dedicar muchísimas horas preciosas de su vida a la sádica contemplación artística o filosófica de su entorno; contemplación que no ha de llevar más que a una vocación inútil e innecesaria para el progreso humano como es el oficio del artista (de cualquier índole), o del pensador (sin mencionar el hambre y las carencias materiales que sufren dichas criaturas).

Y aún así, para la media ignorante y conformista de la sociedad, el escritor aparece como un personaje diferente, especial, dueño de un don concedido a pocos, pensante, hasta podría decirse, intelectualmente superior al resto. Goza de un prestigio muy particular, sostenido por un infundado respeto a su sarta de delirios. No se dejen engañar, estimados lectores, ante estas falsas concepciones: el escritor es, ante todo, un ser tan común, corriente y mediocre como un verdulero, un mecánico, un kiosquero, un corredor de bolsa (o de carreras), un médico o una presidenta; es decir, un ser tan patético como cualquiera, que simplemente se vale de la maravillosa (y a esta altura, totalmente accesible) invención de la escritura para plasmar su aburrida e inconclusa subjetividad en pilas y pilas de papel.

Y llegamos así al primer punto importante de éste manifiesto: el papel es un bien cada vez más escaso en el mundo. Hoy en día observamos infinidad de talas indiscriminadas de árboles en diversas zonas del planeta (las que alcanzan su máxima expresión en el futuro desierto amazónico, antiguo pulmón del mundo) ¿Y para qué? Principalmente para la fabricación de papel ¡Papel que estos monstruos escribientes demandan sin consideración, sin segundos pensamientos por el bienestar de la humanidad toda! Exigen libretas, cuadernos, hojas y hojas de diversos papeles para imprimir en ellos sus insípidas poesías, sus falsas historias, sus complicados, circulares e inútiles razonamientos; y no les importa en lo más mínimo el hecho de que los glaciares se derritan, que las temperaturas suban, que se inunden las ciudades, que haya escasez de alimentos y agua... así es, señoras y señores, así de desconsiderada y egoísta es esta gente. Estamos hablando de papel que podría (o más bien, debería) utilizarse para la masiva elaboración de billetes, siendo el dinero un bien tan escaso hoy en día para la gran mayoría de la humanidad; pero no ¡Más de la mitad de la población mundial debe pasar hambre y soportar la peor de las miserias, para satisfacer el capricho de estos pseudo-intelectuales! Egoístas, que no sólo demandan papeles para la creación de su propia obra, sino también para la reedición de otros libros... ¡Libros preexistentes, que ya han sido impresos! Pues ellos no se contentan sólo con tener papel para su escritura personal, no, ellos desean también acaparar la mayor cantidad de libros posibles, de cualquier autor, cuantas más páginas mejor, y acumularlos en extensas bibliotecas; no importa si realmente se dedicarán a leerlos o no, ellos simplemente desean poseerlos, esgrimiendo el vergonzoso argumento del valor simbólico de dichas obras, y apelando a la sensibilidad de los débiles.

Cuestión importante es también el uso que estas bestias alfabetizadas le dan a la lengua. Es evidente para cualquier ser humano en su sano juicio que el exceso de lectura o escritura conlleva, inevitablemente, al exceso de pensamiento; y no es éste un mal menor: nadie que lo haya padecido se ha recuperado correctamente. Es una dolencia que lleva a los devastadores tormentos de la angustia eterna; a la locura intelectual; al flagelo de las drogas; a una inteligencia que crece hasta sobredimensionarse, para finalmente colapsar en la demencia. Una enfermedad más seria que cualquiera de las conocidas por el hombre. Sin exagerar, me atrevería a llamar a este mal: “cáncer del alma”, y su única cura: el suicidio. Si, estimados lectores, estamos hablando de un mal incurable; tal es la gravedad de este asunto, y aún así, nadie parece advertirlo o darle la menor importancia. Es tiempo de tomar conciencia, y es por ello que he decidido, luego de extensas meditaciones, comenzar a escribir estas líneas, con la esperanza de develar las conspirativas maquinaciones que atentan peligrosamente contra el progreso del ser humano.

Si aún luego de estos indiscutibles argumentos no he terminado de convencerlos, no hace falta más que observar las devastadoras consecuencias que han traído a la humanidad ciertos libros, como la Biblia, Mein Kampf, el Corán, o el Manifiesto Comunista (por citar algunos ejemplos); todos precursores de años y años (y en algunos casos, hasta siglos) de sangrientas guerras y muertes innecesarias, en el nombre de ideas descabelladas, producto de la envenenada mente de diversos lunáticos. Seres inadaptados que escapan del mundo social, material, tangible, para refugiarse en el de las ideas huecas, inconsistentes, carentes de todo sentido práctico; comunicándolas de un modo tan sutil y elegante, que atrapan a las mentes desprevenidas, y las modelan según sus retorcidas intenciones. Es sólo cuestión de tiempo luego, para que choquen los intereses entre miles de ideas contradictorias, y éstas lleven a los pobres hombres controlados por ellas, cegados por las mentiras, a violentos e irresolubles conflictos siempre teñidos de sangre y de muerte.

No nos dejemos engañar, no caigamos en la red de mentiras que estos repugnantes esbozos de ser humano, en nombre de la "razón", tejen para ganarse el apoyo de la opinión pública; no seamos cómplices de sus falsos conocimientos; no asimilemos como verdades los textos infernales que ya tanto daño han causado en este mundo. La escritura representa el atraso, vivimos en una era en la que el pensamiento ya no es necesario: tenemos la sabiduría, la tecnología y la diversidad de artefactos necesarios para que éstos piensen y actúen por nosotros, ahorrándonos esa difícil y agobiante tarea, que ha llevado a tantos a la depresión y al suicidio, acto este último harto retrógrada. Basta ya de sucumbir ante ellos, debemos formar un frente unido y detectar a estos seres desviados antes de que sea demasiado tarde, enseñarles el verdadero camino, y construir así, de a poco, el mundo feliz y libre de angustia que todos nos merecemos.

jueves, 15 de mayo de 2008

Ensayo grisáceo.

Hay algo gris en tus ojos esta noche

hay hojas grises en los árboles del parque

es gris el sordo ruido de los coches

grises recuerdos de la vida gris de antaño






hay nubes grises cubriendo el cielo gris de invierno

y gises flores adornan grises ventanas

gris se ha hecho el deseo, el amor y hasta los sueños

grises porteños hacen la gris Buenosayres


















grises doctores curan grises pacientes
grises pensantes en grises pasillos piensan
grises cuerdos encierran grises dementes
grises devotos en grises iglesias rezan

grises familias en grises mesas almuerzan
grises campeones en grises torneos pierden
grises maestros en grises aulas enseñan
grises ancianos en grises recuerdos vuelven

grises gendarmes golpean las grises gentes
grises poetas en grises esquinas lloran
grises adultos visitan grises parientes
grises viajantes en grises caminos flotan

grises amigos en grises bares conversan
grises milicias en gises cuarteles mienten
grises parejas en grises plazas se besan
grises sensibles en grises balcones sienten


















yo soy gris hoy

y vos, estas aún mas gris que ayer


y aunque somos grises como el resto de la gente

vos y yo somos de un gris diferente








los chicos juegan grises esta tarde

los dias son grises en Buenosayres

pájaros grises cantan en grises ramas

la música suena gris en Buenosayres



su música es gris
tu lírica es gris
nuestra alma no es gris
mi poesía es gris



el cielo es siempre gris en Buenosayres

y hay otros grises perros en la calle

las siempre grises calles de los siempre grises barrios

la vida es siempre gris en Buenosayres


















y yo no quiero ser gris







prefiero una vida negra a una vida gris

sábado, 3 de mayo de 2008

Pregunta

Se lo pregunté primero al cielo. Le pregunté a la lluvia, al sol, a las nubes y a los vientos. Le pregunté luego a los árboles, a los pájaros, y a las flores. Le pregunté también a las piedras y a las aguas.
Les pregunté a todos los que han estado por siempre en esta tierra, y todo lo vieron; qué había ocurrido para que hoy yo esté preguntándoles esto.
























Nadie respondió.