sábado, 17 de mayo de 2008

Manifiesto anti-escritores.

No ha de ser el orgullo consigo mismo lo que lleva a un autor a convertirse en tal, sino más bien, la vergüenza. Es sin duda la escritura el arte de aquellos que desean ser gente distinguida, pero a quienes nunca les ha ocurrido ningún hecho interesante en su vida, y por ende, deben recurrir a inventar estos hechos, y envolverlos en una ficción cuidadosamente elaborada, para que los futuros lectores pasen luego horas de su tiempo cavilando en si lo que acaban de leer le ha ocurrido verdaderamente al creador del texto o ha sido producto de una particularmente bien dotada imaginación. Claro que para hacer esto, los escritores al principio deben navegar a la deriva en los inabarcables mares del anonimato, y dedicar muchísimas horas preciosas de su vida a la sádica contemplación artística o filosófica de su entorno; contemplación que no ha de llevar más que a una vocación inútil e innecesaria para el progreso humano como es el oficio del artista (de cualquier índole), o del pensador (sin mencionar el hambre y las carencias materiales que sufren dichas criaturas).

Y aún así, para la media ignorante y conformista de la sociedad, el escritor aparece como un personaje diferente, especial, dueño de un don concedido a pocos, pensante, hasta podría decirse, intelectualmente superior al resto. Goza de un prestigio muy particular, sostenido por un infundado respeto a su sarta de delirios. No se dejen engañar, estimados lectores, ante estas falsas concepciones: el escritor es, ante todo, un ser tan común, corriente y mediocre como un verdulero, un mecánico, un kiosquero, un corredor de bolsa (o de carreras), un médico o una presidenta; es decir, un ser tan patético como cualquiera, que simplemente se vale de la maravillosa (y a esta altura, totalmente accesible) invención de la escritura para plasmar su aburrida e inconclusa subjetividad en pilas y pilas de papel.

Y llegamos así al primer punto importante de éste manifiesto: el papel es un bien cada vez más escaso en el mundo. Hoy en día observamos infinidad de talas indiscriminadas de árboles en diversas zonas del planeta (las que alcanzan su máxima expresión en el futuro desierto amazónico, antiguo pulmón del mundo) ¿Y para qué? Principalmente para la fabricación de papel ¡Papel que estos monstruos escribientes demandan sin consideración, sin segundos pensamientos por el bienestar de la humanidad toda! Exigen libretas, cuadernos, hojas y hojas de diversos papeles para imprimir en ellos sus insípidas poesías, sus falsas historias, sus complicados, circulares e inútiles razonamientos; y no les importa en lo más mínimo el hecho de que los glaciares se derritan, que las temperaturas suban, que se inunden las ciudades, que haya escasez de alimentos y agua... así es, señoras y señores, así de desconsiderada y egoísta es esta gente. Estamos hablando de papel que podría (o más bien, debería) utilizarse para la masiva elaboración de billetes, siendo el dinero un bien tan escaso hoy en día para la gran mayoría de la humanidad; pero no ¡Más de la mitad de la población mundial debe pasar hambre y soportar la peor de las miserias, para satisfacer el capricho de estos pseudo-intelectuales! Egoístas, que no sólo demandan papeles para la creación de su propia obra, sino también para la reedición de otros libros... ¡Libros preexistentes, que ya han sido impresos! Pues ellos no se contentan sólo con tener papel para su escritura personal, no, ellos desean también acaparar la mayor cantidad de libros posibles, de cualquier autor, cuantas más páginas mejor, y acumularlos en extensas bibliotecas; no importa si realmente se dedicarán a leerlos o no, ellos simplemente desean poseerlos, esgrimiendo el vergonzoso argumento del valor simbólico de dichas obras, y apelando a la sensibilidad de los débiles.

Cuestión importante es también el uso que estas bestias alfabetizadas le dan a la lengua. Es evidente para cualquier ser humano en su sano juicio que el exceso de lectura o escritura conlleva, inevitablemente, al exceso de pensamiento; y no es éste un mal menor: nadie que lo haya padecido se ha recuperado correctamente. Es una dolencia que lleva a los devastadores tormentos de la angustia eterna; a la locura intelectual; al flagelo de las drogas; a una inteligencia que crece hasta sobredimensionarse, para finalmente colapsar en la demencia. Una enfermedad más seria que cualquiera de las conocidas por el hombre. Sin exagerar, me atrevería a llamar a este mal: “cáncer del alma”, y su única cura: el suicidio. Si, estimados lectores, estamos hablando de un mal incurable; tal es la gravedad de este asunto, y aún así, nadie parece advertirlo o darle la menor importancia. Es tiempo de tomar conciencia, y es por ello que he decidido, luego de extensas meditaciones, comenzar a escribir estas líneas, con la esperanza de develar las conspirativas maquinaciones que atentan peligrosamente contra el progreso del ser humano.

Si aún luego de estos indiscutibles argumentos no he terminado de convencerlos, no hace falta más que observar las devastadoras consecuencias que han traído a la humanidad ciertos libros, como la Biblia, Mein Kampf, el Corán, o el Manifiesto Comunista (por citar algunos ejemplos); todos precursores de años y años (y en algunos casos, hasta siglos) de sangrientas guerras y muertes innecesarias, en el nombre de ideas descabelladas, producto de la envenenada mente de diversos lunáticos. Seres inadaptados que escapan del mundo social, material, tangible, para refugiarse en el de las ideas huecas, inconsistentes, carentes de todo sentido práctico; comunicándolas de un modo tan sutil y elegante, que atrapan a las mentes desprevenidas, y las modelan según sus retorcidas intenciones. Es sólo cuestión de tiempo luego, para que choquen los intereses entre miles de ideas contradictorias, y éstas lleven a los pobres hombres controlados por ellas, cegados por las mentiras, a violentos e irresolubles conflictos siempre teñidos de sangre y de muerte.

No nos dejemos engañar, no caigamos en la red de mentiras que estos repugnantes esbozos de ser humano, en nombre de la "razón", tejen para ganarse el apoyo de la opinión pública; no seamos cómplices de sus falsos conocimientos; no asimilemos como verdades los textos infernales que ya tanto daño han causado en este mundo. La escritura representa el atraso, vivimos en una era en la que el pensamiento ya no es necesario: tenemos la sabiduría, la tecnología y la diversidad de artefactos necesarios para que éstos piensen y actúen por nosotros, ahorrándonos esa difícil y agobiante tarea, que ha llevado a tantos a la depresión y al suicidio, acto este último harto retrógrada. Basta ya de sucumbir ante ellos, debemos formar un frente unido y detectar a estos seres desviados antes de que sea demasiado tarde, enseñarles el verdadero camino, y construir así, de a poco, el mundo feliz y libre de angustia que todos nos merecemos.

jueves, 15 de mayo de 2008

Ensayo grisáceo.

Hay algo gris en tus ojos esta noche

hay hojas grises en los árboles del parque

es gris el sordo ruido de los coches

grises recuerdos de la vida gris de antaño






hay nubes grises cubriendo el cielo gris de invierno

y gises flores adornan grises ventanas

gris se ha hecho el deseo, el amor y hasta los sueños

grises porteños hacen la gris Buenosayres


















grises doctores curan grises pacientes
grises pensantes en grises pasillos piensan
grises cuerdos encierran grises dementes
grises devotos en grises iglesias rezan

grises familias en grises mesas almuerzan
grises campeones en grises torneos pierden
grises maestros en grises aulas enseñan
grises ancianos en grises recuerdos vuelven

grises gendarmes golpean las grises gentes
grises poetas en grises esquinas lloran
grises adultos visitan grises parientes
grises viajantes en grises caminos flotan

grises amigos en grises bares conversan
grises milicias en gises cuarteles mienten
grises parejas en grises plazas se besan
grises sensibles en grises balcones sienten


















yo soy gris hoy

y vos, estas aún mas gris que ayer


y aunque somos grises como el resto de la gente

vos y yo somos de un gris diferente








los chicos juegan grises esta tarde

los dias son grises en Buenosayres

pájaros grises cantan en grises ramas

la música suena gris en Buenosayres



su música es gris
tu lírica es gris
nuestra alma no es gris
mi poesía es gris



el cielo es siempre gris en Buenosayres

y hay otros grises perros en la calle

las siempre grises calles de los siempre grises barrios

la vida es siempre gris en Buenosayres


















y yo no quiero ser gris







prefiero una vida negra a una vida gris

sábado, 3 de mayo de 2008

Pregunta

Se lo pregunté primero al cielo. Le pregunté a la lluvia, al sol, a las nubes y a los vientos. Le pregunté luego a los árboles, a los pájaros, y a las flores. Le pregunté también a las piedras y a las aguas.
Les pregunté a todos los que han estado por siempre en esta tierra, y todo lo vieron; qué había ocurrido para que hoy yo esté preguntándoles esto.
























Nadie respondió.

viernes, 18 de abril de 2008

Bloques

Antes había muchos terrenos cubiertos de nada, que abarcaban casi toda la superficie del mundo, nada inútil, vacía, carente de todo sentido: simplemente Nada. Fue un tiempo después (después de antes) que comenzaron a anexarse, lentamente, los primeros bloques. Al principio no eran tan coloridos ni entretenidos como los actuales, y se construían de una manera más rudimentaria con materiales poco atractivos, como madera o piedras. Pero si bien eran primitivos, cubrían de un modo elegante y efectivo la gran Nada, y comenzaban a formarse distintas vías de comunicación que los intercomunicaban, de manera que los Hombres pudieran llegar de un bloque al siguiente con el menor contacto posible con la inhóspita Nada.
De a poco, los bloques se fueron embelleciendo, creciendo y evolucionando. Fue, por supuesto, un proceso que ha tomado miles de años de historia humana, y que aún no ha terminado.
Comenzaron a utilizarse materiales de más rápida y fácil manipulación, como los ladrillos, los metales, el cemento, el pavimento, y más tarde, el vidrio y el plástico. Y los Hombres que aún habitaban la Nada, comenzaron a abandonarla gradualmente para instalarse en los bloques, de manera que éstos siguieron (y siguen) creciendo exponencialmente.
De ésta manera, los Hombres fueron constituyendo su propio desierto estéril, y refugiándose dentro de él, cada vez más ajenos a la Nada horrible y amenazante que los había engendrado en tiempos cada vez más olvidados.


Así, se refugiaron y entonces, se miraron los unos a los otros, dentro de éstos bloques, minúsculos espacios del mundo, juntos, muy juntos, apretados, incómodos, asfixiados, y comprendieron que nunca hasta ése momento se habían dado cuenta de lo antihumano que es compartir.

martes, 15 de abril de 2008

Sin tiempo para escribir,

apenas con tiempo para ser feliz.

domingo, 6 de abril de 2008

El séptimo sueño.

(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Las horas se desprenden del tiempo y van cayendo, una por una, a veces más despacio, a veces más rápido. A veces efímeras, a veces eternas. Las agujas golpean el aire dentro del reloj, se aceleran y desaceleran, se abren, se cierran, expelen un sonido que se torna más desesperante con cada nuevo segundo que transcurre (tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac). Se atenúa un poco su errático pasar con el incesante goteo de la canilla en la pileta de la desordenada cocina, y con la distorsionada e irreconocible melodía (¿acaso un jazz?) proveniente de la vieja radio que, si bien se halla en el cuarto contiguo, resuena lejana y distante como si se hallase en algún departamento vecino.
El ancianito se despierta por quinta vez en el día, sentado en su sillón, y abre sus ojitos celestes húmedos tristes, ahora fijos en el ruidoso reloj enfrente suyo.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, el sol brilla, fuerte, imponente en el cielo, cobra vida y rejuvenece el mundo a sus pies, y alimenta la sinfonía de los pájaros, los niños, los autos y colectivos...
Adentro, las ventanas cerradas retienen todos los sonidos del mundo.
Adentro, las gruesas cortinas se roban toda la luz del mundo.
Adentro, el ancianito cierra sus ojitos celestes húmedos tristes, y se queda dormido, por sexta vez en el día.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


En la distante radio ahora suena un inexpresivo locutor que opina y opina sobre todo lo que pasa en todo el mundo fuera de ése pequeño y oscuro departamento, opina y opina y opina, serio, aislado, opina y opina y nada dice. Suena un teléfono en el pasillo, y la voz de mujer que atiende su llamado se va desvaneciendo junto con unas pisadas que se alejan por las escaleras. El ancianito murmura dormido tres o cuatro palabras inteligibles.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


El lejano locutor levanta un poco la voz, y el ancianito se despierta sobresaltado, por sexta vez en el día. Se levanta despacio, muy muy despacio, y muy muy despacio camina hacia el baño, bastón en mano. Al cabo de unos minutos está nuevamente sentado frente al ruidoso reloj, y sus ojitos celestes húmedos tristes comienzan a ser cubiertos nuevamente por unos párpados pesados y arrugados. Vuelve a sonar la radio lejana, que ahora emite un viejo tango de Discépolo, y el ancianito logra retener la vigilia, intentando recordar cuál éra el recuerdo que le traía otrora ese tango tantas veces escuchado. La mirada melancólica, fija en el reloj, pensativa, ausente, distraída, triste triste.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, en el mundo frente al pequeño y oscuro departamento, se levanta un fuerte viento, pasa un colectivo lleno de rostros grises, dos perros se pelean ferozmente por un trozo de carne, el señor Fontana acaba de cerrar un negocio millonario en una oficina a un par de edificios, unos niños juegan a la pelota y gritan y se pelean y se divierten y se ríen salvajemente; una línea de hormigas transporta provisiones al hormiguero, una hoja marrón se desprende de un árbol y danza circularmente en el aire antes de caer suavemente sobre el pavimento, interrumpiendo la línea de hormigas, cerca de donde se pasean un par de palomas viejas, en busca de las migajas de pan que una mujer, también vieja, les ha dejado en la puerta de su casa; un linyera camina con un cartón de vino en la mano, seguido por un famélico perro negro, un pajarito canta alegre en la rama de un árbol (pero no de aquél de donde se había desprendido la hoja marrón, sino otro), una niña deshoja una margarita, un muchacho que se pasea en una bicicleta le arrebata el maletín a un hombre de traje azul que se había distraído encendiendo un cigarrillo, y el sol se va poniendo despacio detrás de la ruidosa autopista, donde circulan muchos muchos autos que se odian mucho entre ellos y se apuran mucho todos por llegar a muchos sitios distintos, y en cada uno de esos sitios pasan muchas cosas parecidas a éstas (pero a la vez muy distintas), y muchas muchas muchas muchas muchísimas más.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Adentro, todo oscuro, todo ajeno, todo gris, un tango que se va desvaneciendo, y un ancianito que se va adentrando despacio en el séptimo sueño del día.

jueves, 3 de abril de 2008

Milmillonesdemambos

Que difícil se torna escribir
cuando uno no tiene nada en la cabeza que decir

y mil millones de versos
en el alma.




Que daría yo por conseguir
algún instrumento que me permitiera traducir

sentimientos, sin esfuerzo,
a palabras.