Antes había muchos terrenos cubiertos de nada, que abarcaban casi toda la superficie del mundo, nada inútil, vacía, carente de todo sentido: simplemente Nada. Fue un tiempo después (después de antes) que comenzaron a anexarse, lentamente, los primeros bloques. Al principio no eran tan coloridos ni entretenidos como los actuales, y se construían de una manera más rudimentaria con materiales poco atractivos, como madera o piedras. Pero si bien eran primitivos, cubrían de un modo elegante y efectivo la gran Nada, y comenzaban a formarse distintas vías de comunicación que los intercomunicaban, de manera que los Hombres pudieran llegar de un bloque al siguiente con el menor contacto posible con la inhóspita Nada.
De a poco, los bloques se fueron embelleciendo, creciendo y evolucionando. Fue, por supuesto, un proceso que ha tomado miles de años de historia humana, y que aún no ha terminado.
Comenzaron a utilizarse materiales de más rápida y fácil manipulación, como los ladrillos, los metales, el cemento, el pavimento, y más tarde, el vidrio y el plástico. Y los Hombres que aún habitaban la Nada, comenzaron a abandonarla gradualmente para instalarse en los bloques, de manera que éstos siguieron (y siguen) creciendo exponencialmente.
De ésta manera, los Hombres fueron constituyendo su propio desierto estéril, y refugiándose dentro de él, cada vez más ajenos a la Nada horrible y amenazante que los había engendrado en tiempos cada vez más olvidados.
Así, se refugiaron y entonces, se miraron los unos a los otros, dentro de éstos bloques, minúsculos espacios del mundo, juntos, muy juntos, apretados, incómodos, asfixiados, y comprendieron que nunca hasta ése momento se habían dado cuenta de lo antihumano que es compartir.
De a poco, los bloques se fueron embelleciendo, creciendo y evolucionando. Fue, por supuesto, un proceso que ha tomado miles de años de historia humana, y que aún no ha terminado.
Comenzaron a utilizarse materiales de más rápida y fácil manipulación, como los ladrillos, los metales, el cemento, el pavimento, y más tarde, el vidrio y el plástico. Y los Hombres que aún habitaban la Nada, comenzaron a abandonarla gradualmente para instalarse en los bloques, de manera que éstos siguieron (y siguen) creciendo exponencialmente.
De ésta manera, los Hombres fueron constituyendo su propio desierto estéril, y refugiándose dentro de él, cada vez más ajenos a la Nada horrible y amenazante que los había engendrado en tiempos cada vez más olvidados.
Así, se refugiaron y entonces, se miraron los unos a los otros, dentro de éstos bloques, minúsculos espacios del mundo, juntos, muy juntos, apretados, incómodos, asfixiados, y comprendieron que nunca hasta ése momento se habían dado cuenta de lo antihumano que es compartir.
2 comentarios:
tan anti humano como
morirnos en mano de nosotros mismos
vivir en manos de nosotros mismos
si alguien entiende lo que escribo, cuéntemelo
Lo antihumano es no compartir.
Andate solo a la selva, olvidate de los bloques (o del lenguaje) y decime si vale la pena.
El egoismo mato a la comunidad y engendro a la sociedad.
La sociedad nos engendro egoistas, y mato al ser humano (que no es social, si no que es comun).
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