lunes, 6 de julio de 2009

He cercenado impasiblemente una serie de inservibles textos de este espacio; no, no se alarme: tan sólo el certificado de defunción de una parte triste y vergonzosa del pensamiento, y el presagio de muerte de estas mismas letras que ahora ruegan por misericordia en un patético movimiento de autocompasión. Esto es, en el fondo, una buena noticia; o, al menos, necesaria, pues si en algo me he empeñado y ensañado en este tiempo es enseñarle que todo, en este bello mundo, está expuesto al deterioro.


El autor.