viernes, 18 de abril de 2008

Bloques

Antes había muchos terrenos cubiertos de nada, que abarcaban casi toda la superficie del mundo, nada inútil, vacía, carente de todo sentido: simplemente Nada. Fue un tiempo después (después de antes) que comenzaron a anexarse, lentamente, los primeros bloques. Al principio no eran tan coloridos ni entretenidos como los actuales, y se construían de una manera más rudimentaria con materiales poco atractivos, como madera o piedras. Pero si bien eran primitivos, cubrían de un modo elegante y efectivo la gran Nada, y comenzaban a formarse distintas vías de comunicación que los intercomunicaban, de manera que los Hombres pudieran llegar de un bloque al siguiente con el menor contacto posible con la inhóspita Nada.
De a poco, los bloques se fueron embelleciendo, creciendo y evolucionando. Fue, por supuesto, un proceso que ha tomado miles de años de historia humana, y que aún no ha terminado.
Comenzaron a utilizarse materiales de más rápida y fácil manipulación, como los ladrillos, los metales, el cemento, el pavimento, y más tarde, el vidrio y el plástico. Y los Hombres que aún habitaban la Nada, comenzaron a abandonarla gradualmente para instalarse en los bloques, de manera que éstos siguieron (y siguen) creciendo exponencialmente.
De ésta manera, los Hombres fueron constituyendo su propio desierto estéril, y refugiándose dentro de él, cada vez más ajenos a la Nada horrible y amenazante que los había engendrado en tiempos cada vez más olvidados.


Así, se refugiaron y entonces, se miraron los unos a los otros, dentro de éstos bloques, minúsculos espacios del mundo, juntos, muy juntos, apretados, incómodos, asfixiados, y comprendieron que nunca hasta ése momento se habían dado cuenta de lo antihumano que es compartir.

martes, 15 de abril de 2008

Sin tiempo para escribir,

apenas con tiempo para ser feliz.

domingo, 6 de abril de 2008

El séptimo sueño.

(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Las horas se desprenden del tiempo y van cayendo, una por una, a veces más despacio, a veces más rápido. A veces efímeras, a veces eternas. Las agujas golpean el aire dentro del reloj, se aceleran y desaceleran, se abren, se cierran, expelen un sonido que se torna más desesperante con cada nuevo segundo que transcurre (tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac). Se atenúa un poco su errático pasar con el incesante goteo de la canilla en la pileta de la desordenada cocina, y con la distorsionada e irreconocible melodía (¿acaso un jazz?) proveniente de la vieja radio que, si bien se halla en el cuarto contiguo, resuena lejana y distante como si se hallase en algún departamento vecino.
El ancianito se despierta por quinta vez en el día, sentado en su sillón, y abre sus ojitos celestes húmedos tristes, ahora fijos en el ruidoso reloj enfrente suyo.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, el sol brilla, fuerte, imponente en el cielo, cobra vida y rejuvenece el mundo a sus pies, y alimenta la sinfonía de los pájaros, los niños, los autos y colectivos...
Adentro, las ventanas cerradas retienen todos los sonidos del mundo.
Adentro, las gruesas cortinas se roban toda la luz del mundo.
Adentro, el ancianito cierra sus ojitos celestes húmedos tristes, y se queda dormido, por sexta vez en el día.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


En la distante radio ahora suena un inexpresivo locutor que opina y opina sobre todo lo que pasa en todo el mundo fuera de ése pequeño y oscuro departamento, opina y opina y opina, serio, aislado, opina y opina y nada dice. Suena un teléfono en el pasillo, y la voz de mujer que atiende su llamado se va desvaneciendo junto con unas pisadas que se alejan por las escaleras. El ancianito murmura dormido tres o cuatro palabras inteligibles.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


El lejano locutor levanta un poco la voz, y el ancianito se despierta sobresaltado, por sexta vez en el día. Se levanta despacio, muy muy despacio, y muy muy despacio camina hacia el baño, bastón en mano. Al cabo de unos minutos está nuevamente sentado frente al ruidoso reloj, y sus ojitos celestes húmedos tristes comienzan a ser cubiertos nuevamente por unos párpados pesados y arrugados. Vuelve a sonar la radio lejana, que ahora emite un viejo tango de Discépolo, y el ancianito logra retener la vigilia, intentando recordar cuál éra el recuerdo que le traía otrora ese tango tantas veces escuchado. La mirada melancólica, fija en el reloj, pensativa, ausente, distraída, triste triste.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, en el mundo frente al pequeño y oscuro departamento, se levanta un fuerte viento, pasa un colectivo lleno de rostros grises, dos perros se pelean ferozmente por un trozo de carne, el señor Fontana acaba de cerrar un negocio millonario en una oficina a un par de edificios, unos niños juegan a la pelota y gritan y se pelean y se divierten y se ríen salvajemente; una línea de hormigas transporta provisiones al hormiguero, una hoja marrón se desprende de un árbol y danza circularmente en el aire antes de caer suavemente sobre el pavimento, interrumpiendo la línea de hormigas, cerca de donde se pasean un par de palomas viejas, en busca de las migajas de pan que una mujer, también vieja, les ha dejado en la puerta de su casa; un linyera camina con un cartón de vino en la mano, seguido por un famélico perro negro, un pajarito canta alegre en la rama de un árbol (pero no de aquél de donde se había desprendido la hoja marrón, sino otro), una niña deshoja una margarita, un muchacho que se pasea en una bicicleta le arrebata el maletín a un hombre de traje azul que se había distraído encendiendo un cigarrillo, y el sol se va poniendo despacio detrás de la ruidosa autopista, donde circulan muchos muchos autos que se odian mucho entre ellos y se apuran mucho todos por llegar a muchos sitios distintos, y en cada uno de esos sitios pasan muchas cosas parecidas a éstas (pero a la vez muy distintas), y muchas muchas muchas muchas muchísimas más.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Adentro, todo oscuro, todo ajeno, todo gris, un tango que se va desvaneciendo, y un ancianito que se va adentrando despacio en el séptimo sueño del día.

jueves, 3 de abril de 2008

Milmillonesdemambos

Que difícil se torna escribir
cuando uno no tiene nada en la cabeza que decir

y mil millones de versos
en el alma.




Que daría yo por conseguir
algún instrumento que me permitiera traducir

sentimientos, sin esfuerzo,
a palabras.