miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre la impertinencia del devenir histórico (una brevísima introducción al pensamiento de retaguardia).

Sucede que casi todo hombre que piensa -según le han enseñado otros hombres- se sitúa mentalmente a sí mismo y a su entorno inmediato en oposición al tiempo y al espacio (en una operación que, él considera, se llama abstracción) con el objetivo de visualizar así la vida y obra presentes en contraposición a las acciones humanas a lo largo de la historia. Sucede también que a partir de la abstracción de diversos hombres en diversos períodos de la humanidad, se ha dado en concluir que ésta se mueve siguiendo una cierta dirección muy vagamente definida, si bien nombrada: el “progreso”. Este progreso subsume así ciertos tipos de acciones humanas (aquellas que se considera que pueden tener algún grado de relevancia en cuanto al movimiento histórico), por lo general encabezadas por personajes eternamente célebres que se desenvuelven a lo largo de su vida influyendo de diversos modos en las vidas de muchos otros de sus contemporáneos (básicamente: a mayor número contemporáneos influidos, mayor prestigio o censura posterior). A muy grandes rasgos, de este modo se intenta dar cuenta a posteriori de la fenomenología de la historia.
En los últimos tiempos se ha comenzado a utilizar el término “vanguardia” y “vanguardista” para describir a dichos hombres; ya que, así como la vanguardia –siendo ésta literalmente la primera línea de una formación militar- guía a todo un multitudinario ejército, estos personajes avanzan con todo un obediente rebaño interminable de sujetos prescindibles a sus espaldas, marcando así para siempre las huellas del progreso humano. (No profundizaré en el problema de que, en caso de guerra, la vanguardia –y ésta vez librada de toda contaminación metafórica- es lo primero en ser arrasado; esto simplemente quedará planteado para el próximo disparate.)
Sin embargo, aplicando una vez más este mismo proceso de abstracción ya explicitado, y en lugar de intentar ver un movimiento definido, nos es lícito hacernos la pregunta: ¿acaso el devenir histórico apunta a una finalidad determinada?, porque no hay duda de que el concepto de progreso supone una cierta teleología; y si hemos de basarnos en datos empíricos, la humanidad está marchando más cerca de un suicidio masivo que de un estado de armonía en el que se hayan finalmente aplacado las tensiones dialécticas que la motorizan. De todos modos, si bien la cuestión de la teleología histórica es cada vez más cuestionable, la idea del movimiento o devenir continuo es indiscutible.


Ahora bien, figurémonos el devenir histórico como un vector que se mueve en el espacio (digamos, un espacio bidimensional, para no confundirle aún más de lo que espero que ya esté); diremos que la vanguardia representa el sentido (la flechita), el rebaño la magnitud (o rayita), y la retaguardia la dirección (el angulito sobre el plano). Si la historia humana no posee finalidad alguna, como hemos intentado establecer, este vector se estará moviendo loco y sin rumbo a lo largo y a lo ancho del espacio durante tanto tiempo como tiempo duren las vidas de todos los hombres, sin llegar nunca a destino alguno. Siendo la vanguardia la que encabeza este devenir sin sentido, lo que proponemos es lograr apoderarnos de la retaguardia, e ir modificando así el ángulo del vector constantemente, a fin de que la vanguardia siga manteniendo su movimiento insignificante, pero con un ir y venir que se torne agobiante. De aquí pueden derivarse dos resultados: que la vanguardia reconozca lo absurdo de su propósito y se una al rebaño (lo cual dejaría a la humanidad finalmente estática y en un lugar fijo- lo más cercano a la “paz” que puede aspirar), o que continúe obstinadamente con su ridículo avanzar por tiempo indefinido (con lo cual aquellos que habitemos la retaguardia habremos de divertirnos sobremanera ridiculizando continuamente a quienes se toman dichas cosas en serio, pues no existe actividad más deliciosa y placentera que esta para aquellos que hemos descubierto que en la vida no hay ninguna esperanza de nada).

5 comentarios:

facusaur dijo...

chorro, garca

maquillador de ideas ajenas

GonzalitoVilachan dijo...

ajeno vos, salame

Pedro. dijo...

bueno. sobre lo último digo y pienso que es lo que hacemos con giles como feinmann.
sobre lo todo, digo que pienso y pienso que me encanta la idea de manejarlo. Pero (¡oh!) me parece posible la idea de que defina a la vanguardia no sólo su representación gráfica en el supuesto esquema del movimiento de la humanidad desde la nada y hacia la nada, sino también y sobretodo esa manía suya de dirigir al movimiento todo: como las manos que abren el agua para la cabeza y el resto del cuerpo, hasta las patas. Entonces (¡oh!) no queda otra alternativa que condecender cuando se dice que nuestra actitud de situarnos en la retaguardia para así jugar a nuestras anchas con esa putita que es la vanguardia no es sino una actitud nítidamente de vanguardia o vanguardista.

te quiero.

Pedro. dijo...

con falta de ortografía y todo!

Pedro. dijo...

cuándo yo te negué un porro, hijo mío, decime!