domingo, 6 de abril de 2008

El séptimo sueño.

(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Las horas se desprenden del tiempo y van cayendo, una por una, a veces más despacio, a veces más rápido. A veces efímeras, a veces eternas. Las agujas golpean el aire dentro del reloj, se aceleran y desaceleran, se abren, se cierran, expelen un sonido que se torna más desesperante con cada nuevo segundo que transcurre (tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac). Se atenúa un poco su errático pasar con el incesante goteo de la canilla en la pileta de la desordenada cocina, y con la distorsionada e irreconocible melodía (¿acaso un jazz?) proveniente de la vieja radio que, si bien se halla en el cuarto contiguo, resuena lejana y distante como si se hallase en algún departamento vecino.
El ancianito se despierta por quinta vez en el día, sentado en su sillón, y abre sus ojitos celestes húmedos tristes, ahora fijos en el ruidoso reloj enfrente suyo.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, el sol brilla, fuerte, imponente en el cielo, cobra vida y rejuvenece el mundo a sus pies, y alimenta la sinfonía de los pájaros, los niños, los autos y colectivos...
Adentro, las ventanas cerradas retienen todos los sonidos del mundo.
Adentro, las gruesas cortinas se roban toda la luz del mundo.
Adentro, el ancianito cierra sus ojitos celestes húmedos tristes, y se queda dormido, por sexta vez en el día.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


En la distante radio ahora suena un inexpresivo locutor que opina y opina sobre todo lo que pasa en todo el mundo fuera de ése pequeño y oscuro departamento, opina y opina y opina, serio, aislado, opina y opina y nada dice. Suena un teléfono en el pasillo, y la voz de mujer que atiende su llamado se va desvaneciendo junto con unas pisadas que se alejan por las escaleras. El ancianito murmura dormido tres o cuatro palabras inteligibles.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


El lejano locutor levanta un poco la voz, y el ancianito se despierta sobresaltado, por sexta vez en el día. Se levanta despacio, muy muy despacio, y muy muy despacio camina hacia el baño, bastón en mano. Al cabo de unos minutos está nuevamente sentado frente al ruidoso reloj, y sus ojitos celestes húmedos tristes comienzan a ser cubiertos nuevamente por unos párpados pesados y arrugados. Vuelve a sonar la radio lejana, que ahora emite un viejo tango de Discépolo, y el ancianito logra retener la vigilia, intentando recordar cuál éra el recuerdo que le traía otrora ese tango tantas veces escuchado. La mirada melancólica, fija en el reloj, pensativa, ausente, distraída, triste triste.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Afuera, en el mundo frente al pequeño y oscuro departamento, se levanta un fuerte viento, pasa un colectivo lleno de rostros grises, dos perros se pelean ferozmente por un trozo de carne, el señor Fontana acaba de cerrar un negocio millonario en una oficina a un par de edificios, unos niños juegan a la pelota y gritan y se pelean y se divierten y se ríen salvajemente; una línea de hormigas transporta provisiones al hormiguero, una hoja marrón se desprende de un árbol y danza circularmente en el aire antes de caer suavemente sobre el pavimento, interrumpiendo la línea de hormigas, cerca de donde se pasean un par de palomas viejas, en busca de las migajas de pan que una mujer, también vieja, les ha dejado en la puerta de su casa; un linyera camina con un cartón de vino en la mano, seguido por un famélico perro negro, un pajarito canta alegre en la rama de un árbol (pero no de aquél de donde se había desprendido la hoja marrón, sino otro), una niña deshoja una margarita, un muchacho que se pasea en una bicicleta le arrebata el maletín a un hombre de traje azul que se había distraído encendiendo un cigarrillo, y el sol se va poniendo despacio detrás de la ruidosa autopista, donde circulan muchos muchos autos que se odian mucho entre ellos y se apuran mucho todos por llegar a muchos sitios distintos, y en cada uno de esos sitios pasan muchas cosas parecidas a éstas (pero a la vez muy distintas), y muchas muchas muchas muchas muchísimas más.


(tictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictactictac)


Adentro, todo oscuro, todo ajeno, todo gris, un tango que se va desvaneciendo, y un ancianito que se va adentrando despacio en el séptimo sueño del día.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

logras que una persona q no encuentra interes alguno en leer no pueda despegarse de un monitor hasta llegar al final de la narracion, concluyendo con una piel de gallina q recorre su cuerpo = YO

Anónimo dijo...

Hola!! Sinceramente, no te conozco y no sé por qué extraña razón he llegado hasta aquí.
Y, luego de leer, no puedo dejar de escribirte y hacerte saber cuánto me gustó cada escrito, cada palabra...
Un saludo.
Soledad